Winter Blues. Trastorno afectivo emocional.

Los cambios de estación provocan ciertas alteraciones en el funcionamiento integral de nuestro organismo, a nivel físico y mental. 

Existe una clara distinción entre los amantes del invierno (con el famoso tándem película-manta), y aquellos que apuestan por la alegría de los días largos (con una vida más activa e interactiva). La llegada del patrón estacional, que nos limita las horas de luz, ha sido una época odiada por unos, o por el contrario, amada por otros. 

Sin embargo, existe quienes sufren estas consecuencias mucho más allá de una mera elección. 

El Trastorno Afectivo Estacional es reconocido por el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM 5). Es un tipo de depresión que va y viene con las estaciones. Por lo general, comienza a finales de otoño y principios del invierno, y desaparece durante la primavera y el verano. Aunque, algunas personas tienen episodios de depresión que comienzan en la primavera o el verano, pero son muchísimos menos los casos. El trastorno afectivo estacional es más común  en  los que viven lejos del ecuador.

La prevalencia de los trastornos afectivos estacionales en la población general se sitúa entre el 1-10%. Su incidencia en mujeres es mayor, aproximadamente el doble de frecuente que en hombres. La edad de aparición media ronda los 20-35 años.

Los síntomas (que duran de 4 a 5 meses) pueden incluir:

 – Sentirse deprimido gran parte del día, casi todos los días.

– Perder interés en las actividades que alguna vez disfrutó.

– Experimentar cambios en el apetito o en el peso.

– Tener problemas para dormir

– Sentirse lento o agitado.

– Tener poca energía.

– Sentirse sin esperanza o inútil.

– Tener dificultad para concentrarse.

– Tener pensamientos frecuentes sobre la muerte o el suicidio.

Es curioso como el desarrollo cambia según la estación. Mientras que en depresiones invernales, comemos mas, nos movemos menos, y nos retiramos socialmente; el patrón de verano conlleva a totalmente lo contrario, pérdida de apetito, hipersomnia, ansiedad, agitación…

No se sabe con exactitud las causas exactas de este trastorno, se tiende a pensar que es un trastorno multifactorial, en el que intervienen causas ambientales y genéticas. 

El tratamiento se concentra en cuatro pilares básicos, siempre en función del caso y los componentes de personalidad que entren en juego: 

  • Terapia lumínica: Parece que la luz solar, controla los niveles de las moléculas que se encargan de la  producción de serotonina (sustancia química implicada en la regulación del estado de ánimo). 
  • Psicoterapia.
  • Tratamiento farmacológico.
  • Vitamina D (como suplemento). 

Al ser episodios depresivos predecibles en el tiempo, podemos fortalecer la prevención y la regulación de la intensidad de los síntomas, iniciando el tratamiento previamente a la aparición del episodio depresivo. Consiguiendo atenuar la vivencia y su desarrollo.  

Después de esto, de lo que no hay duda, es del poder curativo que los elementos de la naturaleza poseen para nuestro organismo. Una dosis equilibrada de luz solar, aire puro, y poder respirar frente al mar, es un lujo para nuestra salud física y emocional. 

Y recuerda siempre, el gesto más valiente es dar el paso y pedir ayuda. Por ti, por todos.

#NOALABANDONODEUNOMISMO 

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