Fotoesía: Carlos Salem y Javier Jimeno

Envía una foto y recibe un poema, recibe un poema y envía una foto.

Dos amigos que comparten unas cervezas se retan a responder los envíos del otro con un poema o una poesía, según les toque. El fotógrafo Javier Jimeno y el poeta Carlos Salem mantienen una serie de publicaciones en las que cada uno responde al otro con su arte. De cada foto enviada, Carlos Salem compone un poema a medida. Y de cada poema recibido Javier Jimeno, rebusca en su librería una foto que encaje como un guante al texto.
Un particular challenge que podemos disfrutar en sus respectivas redes sociales, y que con mucha probabilidad acabará en un libro que poder disfrutar sin estar conectados a la red.

Fotoesía II

Hay un gato tocando el violín en las esperas y solo si no vienes desafina.

Una orquesta de silencios acaba de despedir a los grillos por insomnio.

Llueve en cada ciudad
de la que no hemos vuelto.
Y se anuncia la escasez
de algarabías en aquellas
a las que nunca fuimos.

El cabecero de la cama pregunta cuándo vuelves, sospecho que se ha dado
al masoquismo.

He pintado de azul melancolía las paredes para pensar en el mar cuando te pienso.

Me olvide de decirte
que le puse tu nombre
a un huracán.
Se llama Ella.
Y tras su paso nada vuelve
a ser lo mismo.

Por eso estoy tan descolocado.
Mis ojos te besan de memoria.
Mis dedos aprenden a escucharte.
Te miro con la lengua aunque no estés.

El gato, que lo sepas,
se ha comido el violín.

A ver de dónde saco dinero para pagarle las lecciones
de piano.

Fotoesia

Algo se desatornilla en las estanterías de la razón cuando te pienso.

Las matemáticas dejan de funcionar,
se me suman los deseos
y cada miedo
se multiplica por cero.

De todos los grifos sale champan y las pintoras tristes
dibujan sonrisas al pastel
en las espaldas de los notarios de provincias.

Mi amigo GSUS, poeta y jardinero y viceversa, habla de ciertas noches a mediodía
en que las hojas caídas vuelven a las ramas de los árboles
y en cada parterre hay una fiesta.

Las estatuas suspiran por amor pero nadie se da cuenta.

El odio se queda sin cobertura.

Un niño le regala un globo
al cielo y se enternecen
las tormentas.

Y tú danzas sobre el teclado de tus días, sin pensar en que te pienso. O pensando en ello demasiado.

Algo se desordena en el cosmos por nuestra culpa y ya va siendo hora de celebrarlo.

Fotoesia-IX
Fotoesia

FOTOESIA-VIb-819x1024

Cuando me muero en sueños,
despierto más confuso y vivo.

Voy por la casa como un zombie
que imita a un Frankenstein
de película muda.

Trastabillo.
Pero eso también
lo hice cuando vivía.

Amé trastabillando.
El sol le hacía zancadillas
a mi sombra.
Escribí cada libro tropezando con piedras de silencio.

Desayuno con apetito
de cadáver romántico.
Dejo pasar el tiempo lento
y redondo, es una nube que no sabe o no quiere dejar caer
a la tormenta.

A veces voy a bares.
A veces con mujeres
que hablan en un idioma
que a veces casi entiendo.


Leo en internet que por mecanismos de la mente,
nadie puede morir en sueños.

Dicen que está científicamente demostrado. O casi, que es lo mismo según un médico en Youtube.

¿Es decir que acaso he muerto en la vigilia pero sigo latiendo en este sucedáneo?

Atisbo entre libros y noticias
de la literatura y del planeta.

Flores de plástico y flores secas.
Frases rimbombantes y frases huecas.
La duda carcomiendo las sonrisas de las fotografías.
El vacío disfrazado de misterio.

Voy a tomarme un par de siglos sabáticos o tres cervezas.

Me siento mucho menos solo.
Y con ganas de celebrar
que no soy el único
muerto en vida del cementerio.

Fotoesia

Una mujer al principio
o al final de la escalera
que la asoma hacía lo inédito.

No es un punto geográfico
en el mapa.
Ni un peldaño.
Tampoco un pentagrama en escalada.

Ella es la escalera de sí misma y desciende hasta el cielo más profundo.

Un signo de interrogación escalonado que en cada paso de menos o de más se desconcierta.

Espera la penúltima mentira para degollarla con sus dudas.

La noche existe
para que la mire.

FOTOESIA-XI
Fotoesia
FOTOESIA-XII

Cada cual elige un templo

en el que rezar

y un pecado que justifique

el edificio.

Nunca sé que espera una mujer que espera, pero sé que no es a mí.

Y sin embargo, juego y pierdo, tratando de adivinar el origen de su pena y el color de su vino preferido.

Entretanto, la luna se burla de los poetas y de los cobradores de impuestos.

Y los pobres arquitectos, diseñando cúpulas para imitar la curva primigenia de su cuerpo.

Los museos de mañana expondrán, previo pago de una entrada, nuestros amores de azotea.

La inmortalidad no dura demasiado

y existe de cintura para abajo.

Toda divinidad es más exacta por las noches.

Instagram: Carlos Salem

Instagram: Javier Jimeno

Facebook: #Fotoesía

Se el primero en comentar

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


*