En mis cuadros suele haber un solo protagonista. Mujeres generalmente, en momentos felices de introspección.
Los elementos que componen el cuadro son relevantes. Procuro que no sobre nada y que lo que haya tenga una finalidad. Lo único azaroso de mi pintura es la pincelada, en ocasiones poco definida. Lo demás está bastante calculado.
Le doy mucha importancia a la composición y a la luz, que lo cambia todo.
Aunque mis temas son recurrentes, me gusta ir probando nuevas combinaciones.
La pintura tiene muchos paralelismos con la escritura. Es un tema que últimamente me tiene bastante entretenida. Las palabras, por muy poéticas que sean, nunca pueden transmitir la sensación que uno tiene al fijar la vista en un rojo intenso que brilla bajo la luz, o al percibir el misterio de una figura que sale de la penumbra de algún cuadro de Caravaggio, por ejemplo. Con las palabras puedes llegar a otros sitios. El fin último de ambas es el mismo, eso sí, conmover al espectador o lector.
La pintura ha sido desde que era pequeña mi salvavidas. Era la excusa perfecta para que me dejaran estar horas sin dar señales de existir al resto de la familia. Eso y el sencillo placer de poder reproducir lo que ves, cuando empiezas a pintar y luego el de ver plasmado lo que te imaginas.
Las puertas y las ventanas están presentes en prácticamente todos mis cuadros. Son elementos cargados de simbolismo que, además, estructuran las composiciones. Conectan el mundo interior con el exterior. Es importante esto: tiene que haber una salida (o una entrada, según se mire). Mi casa está llena de ventanas (como la de Emily Dickinson «…A fairer house than Prose- More numerous of Windows- Superior- for Doors…»).
El arte, el bueno, es un milagro que hay que adorar, respetar y glorificar. Es una de las cosas que nos salvan. Eso y el amor de verdad, el altruista por otros seres.
NJOY Art!
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