Silvia Lermo

“De pequeña pensaba que las montañas de sal eran de nieve. En mi obra el espectador acaba viendo de forma inconsciente la misma visión de cuando era niña”

Obra original de la portada. Aguas negras. Acrílico y acuarela sobre papel. 100x130cm. (2019)
Portada NJOY octubre 2021

Silvia Lermo. San Fernando (Cádiz), 1986. Licenciada en Bellas Artes en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla.

A través de la pintura imprimo mi visión personal de la realidad, trato de contar hechos de una forma singular a través de la pintura figurativa, enlazando mis recuerdos de niñez con el entorno que me rodea. Mostrando un enfoque personal y único, donde subyace una importante carga simbólica, contada a través de la imagen de la memoria y mi deformidad particular de la realidad ante el espectador.

Mi proyecto se basa en transmitir el carácter no solo físico de la obra, sino en abarcar su perfil psicológico, donde los personajes juegan esta dualidad.

El recuerdo entendido como un reflejo, algo velado y nebuloso, del pasado, proyectado sobre el lienzo aparentemente rígido del presente. El recuerdo entendido como un vehículo para transfigurar en presente lo ausente. Y en esta idea que gira en torno al recuerdo, la que subyace de forma latente en el trasfondo narrativo de mi obra.

No tenemos culpa. Acrílico sobre lienzo. 33x41cm.
Sin título. Acrílico sobre lienzo. 33x41cm. (2021)
No tenemos miedo. Acrílico sobre lienzo. 33×41 cm. (2021)

Pero, ¿qué sería del recuerdo sin el sueño? En mi trabajo el recuerdo no es una simple fotografía del pasado (esto sería algo demasiado simple y evidente, superficial e inocuo). Trato el recuerdo como una mirada dicotómica. En un primer término la mirada de aquella niña a la que las salinas donde trabajaba su abuelo se le antojaban montañas nevadas, montañas que deseaba escalar para después deslizarse hacia abajo, y la admiración con idolatría a su padre y a su abuelo. Con ambos mantuvo una relación especial y ambos vio irse en una primera persona del pretérito más imperfecto y trágico.

En un segundo término entra en juego un proceso tan introspectivo como retrospectivo, donde la primera persona pretérita pasa a ser una tercera persona. Es en esta mirada donde el recuerdo transfigura la realidad. Y es en esta mirada donde lo onírico, lo imaginado o lo fantaseado colman los huecos que deja el olvido.

Nunca más se hará de noche. Acrílico sobre lienzo. 97×130 cm. (2021)

El origen de mis personajes se encuentra en la memoria que va matizándose con la experiencia del tiempo actual. Los instantes vividos tienen su razón de ser y es el tiempo el que revela su significado simbólico. Trato de contar una historia en que los personajes se encuentran dispuestos por fuerzas mayores y se componen figuras que ellos mismos desconocen. Se unen entre ellos a través de unos circuitos que se cierran y se relacionan. Subyace de fondo también, la teoría de la naturaleza humana y el erotismo de George Bataille, quien considera al hombre como un ser discontinuo que persigue la continuidad. De ahí que las figuras se conecten entre ellas porque buscan su razón de ser a través del otro. Esas conexiones se producen en lugares extraordinarios que viven dentro de mí, son espacios para el reencuentro.

Cada obra corresponde a momentos que me llevan al lugar donde no habita el olvido, ese recuerdo que retenemos y que nos llama la atención por diversos motivos, planteándome, por tanto, si fue como lo viví o como me gustaría que se hubiese vivido, entrando en juego el concepto de la verdad. Mis figuras nacen, por tanto, de esas dos fuentes del recuerdo, dándoles memoria y nitidez a través de un espacio para así materializarlas.

El paso del tiempo. Acuarela sobre papel. 155x200cm. (2019)
Amor y muerte. Acuarela sobre papel. 20x30cm. (2019)

Lo sentimental supone, por una parte, la argamasa que, de forma selectiva, fija los hechos en el tiempo, convirtiéndolos en recuerdos. Por otra parte, lo sentimental, lo afectivo, se impone como elemento que aporta coherencia y cohesión en los huecos vaciados por el olvido, conectando los recuerdos y dando lugar a un hilo dialéctico, congruente que nos aleja de una incertidumbre sobre nuestro propio ser. Y aquí llegamos a la importancia capital del recuerdo, de la memoria: no entenderíamos nuestro presente si no entendiéramos nuestro pasado. Sin recuerdos, sin memoria, el ser humano deja de serlo.

Sin título. Acrílico sobre lienzo. 27x22cm. (2021)

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